Read Fragmentos de una enseñanza desconocida Online

Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Fragmentos de una enseñanza desconocida (76 page)

BOOK: Fragmentos de una enseñanza desconocida
12.8Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Me hubiera gustado hablar con Z., pero él me evitaba; obviamente, no tenía ningún deseo de explicarme sus motivos. Se contentó con decirme que realmente tenía intención de partir.

Poco a poco, preguntando a otros, descubrí lo que había pasado: una querella muy absurda entre G. y algunos letones, que eran nuestros vecinos. Z., que estaba presente, había dicho o hecho algo que a G. no le había gustado y desde ese día, la actitud de este último respecto a él había cambiado completamente. G. ya no le dirigía la palabra y, en general, ponía a Z. en tal situación que éste había tenido que anunciarle su partida.

Todo esto me pareció completamente idiota. Ir a San Petersburgo en ese momento era el colmo de lo absurdo. Allá solo había hambre, desórdenes en las calles, saqueos y nada más. Naturalmente en ese tiempo nadie se podía aún imaginar que nunca más veríamos San Petersburgo. Yo tenía intención de regresar en la primavera. Pensaba que para entonces la situación ya habría cambiado. Pero ahora, en invierno, ¡era insensato! Si Z. estuviera interesado en la política, si hubiera querido estudiar los acontecimientos, lo hubiera podido comprender; pero como no era éste el caso, no podía encontrar ningún motivo para su partida. Traté de convencerlo de que esperase, que no decidiera nada todavía, que hablara con G., tratando de aclarar el asunto. Z. me prometió no precipitar nada. Pero vi que en efecto se encontraba en una posición muy difícil. G. lo ignoraba completamente, y eso producía en él una impresión deprimente. Así pasaron dos semanas. Mis argumentos habían hecho efecto en Z. y me dijo que se quedaría si G. se lo permitía. Fue a hablar con G., pero regresó rápidamente, con una expresión turbada en el rostro.

—¡Y bien! ¿Qué le ha dicho?

—Nada de particular. Me dijo que puesto que había decidido partir, lo mejor sería que lo hiciera."

Z. se fue. Yo no podía admitirlo; no hubiera dejado ir ni a un perro a San Petersburgo en un momento semejante.

G. tenía la intención de pasar el invierno en Uch Dere. Ocupábamos varias casas esparcidas en un terreno bastante grande. No había ningún "trabajo" de la clase que habíamos tenido en Essentuki. Cortábamos árboles para nuestra provisión de invierno; recogíamos peras silvestres; G. se iba a menudo a Sochi, donde uno de nuestros amigos estaba en el hospital, pues había contraído tifoidea antes de mi llegada de San Petersburgo.

Súbitamente G. decidió partir. Pensaba que aquí podíamos fácilmente encontrarnos totalmente incomunicados con el resto de Rusia, y sin provisiones.

G. se fue con la mitad de nosotros, y luego mandó al doctor Sh. por el resto. De nuevo reunidos en Tuapsé, comenzamos a hacer excursiones a lo largo de la costa hacia el norte, donde no había línea de ferrocarril. Durante una de ellas, Sh. encontró que algunos de sus amigos de San Petersburgo tenían una casa de campo a unos cuarenta kilómetros al norte.

Pasamos la noche con ellos y a la mañana siguiente, G. alquiló una casa situada a un kilómetro de la de ellos. Allí fue donde nuestro pequeño grupo se volvió a formar. Cuatro de los nuestros fueron a Essentuki.

Vivimos allí durante dos meses. Fue una época apasionante. G., el doctor Sh. y yo, íbamos a Tuapsé cada semana para abastecernos y comprar forraje para los caballos. Esas diligencias siempre quedarán grabadas en mi memoria. Cada una dio lugar a las aventuras más inverosímiles y a conversaciones muy interesantes. Nuestra casa, situada a cinco kilómetros del gran pueblo de Olghniki, dominaba el mar. Tenía la esperanza de que viviríamos más tiempo allí, pero en la segunda quincena de diciembre, corrieron rumores de que una parte del ejército caucasiano subía a pie hacia Rusia, a lo largo de las costas del Mar Negro. G. decidió que volviéramos a Essentuki para comenzar un nuevo trabajo. Fui el primero en partir. Transporté una parte de nuestro equipaje a Pyatigorsk y volví. Aun se podía circular, aunque había bolcheviques en Armavir.

Los bolcheviques, en general, habían aumentado sus efectivos al norte del Cáucaso y ya se habían producido choques entre los cosacos y ellos. Cuando pasamos por Mineralni Vodi, todo estaba aparentemente tranquilo, aunque ya se habían efectuado allí numerosos asesinatos de personas detestadas por los bolcheviques.

G. alquiló una gran casa en Essentuki y mandó una circular firmada por mí, fechada el 12 de febrero, invitando a todos los miembros de nuestros grupos de Moscú y de San Petersburgo, y a sus allegados, a vivir y a trabajar con él.

El hambre ya hacía estragos en San Petersburgo y en Moscú —mientras que la abundancia todavía reinaba en el Cáucaso. Se había vuelto muy difícil circular, y algunos, a pesar de sus deseos, no lograron reunirse con nosotros. Pero vinieron alrededor de cuarenta personas. Con ellas regresó Z., a quien también se le había dirigido la carta circular. Llegó muy enfermo.

Un día de febrero, mientras todavía estábamos en la incertidumbre, G., mostrándome la casa y todo lo que había arreglado, me dijo:

—¿Comprende ahora por qué recolectamos dinero en Moscú y en San Petersburgo? Usted decía entonces que un millar de rublos era demasiado. ¡Aun esa suma no hubiera alcanzado! Una persona y media ha pagado... Y ya he gastado mucho más de lo que recibí entonces."

G. tenía la intención de alquilar o comprar un terreno, hacer huertas y en general, organizar una colonia. Pero fue impedido por los acontecimientos que habían comenzado durante el verano.

Cuando nuestros amigos se reunieron, en marzo de 1918, se establecieron reglas muy estrictas en nuestra casa; estaba prohibido salir del lugar; de día y de noche se relevaban guardias. Y comenzaron los trabajos más variados.

En la organización de la casa y de nuestras vidas entraron principios muy interesantes.

Esta vez los ejercicios eran mucho más difíciles y variados que los del verano pasado: ejercicios rítmicos acompañados de música, danzas de derviches, ejercicios mentales, estudios de diversas maneras de respirar, y así sucesivamente. Entre los más difíciles estaban los ejercicios de imitación de fenómenos psíquicos: lectura del pensamiento, clarividencia, manifestaciones de médiums, etc. Antes de comenzar estos últimos, G. nos había explicado que el estudio de estos "trucos", como él los llamaba, era obligatorio en todas las escuelas orientales, porque era inútil comenzar el estudio de los fenómenos de carácter supranormal antes de haber estudiado todas las imitaciones, todas las falsificaciones posibles. Un hombre no puede distinguir lo real de lo engañoso en este campo, salvo que conozca todos los trucos y demuestre ser capaz de reproducirlos él mismo. Además, G. decía que un estudio práctico de los "trucos psíquicos" era en sí mismo un ejercicio irreemplazable, puesto que nada podía favorecer mejor el desarrollo de la perspicacia, de la agudeza de la observación, de la sagacidad y aún de otras cualidades para las que el lenguaje de la psicología ordinaria no tiene palabras, pero que deben ser desarrolladas.

Sin embargo, nuestro esfuerzo se aplicaba en especial a la rítmica y a extrañas danzas destinadas a prepararnos para hacer luego ejercicios de derviches. G. no nos comunicaba sus propósitos, ni sus intenciones, pero por lo que había dicho anteriormente, se podía pensar que todo esto tendía a llevarnos hacia un mejor control del cuerpo físico.

Además de los ejercicios, danzas, gimnasia, conversaciones, conferencias y quehaceres domésticos, se habían organizado trabajos especiales para los que no tenían dinero.

Recuerdo que cuando salimos de Alexandropol el año anterior, G. se había llevado una caja con madejas de seda, que había comprado muy barato en un remate, llevándola siempre consigo. Cuando estuvimos reunidos en Essentuki, G. distribuyó la seda entre las mujeres y los niños. Nos hizo fabricar tarjetas en forma de estrella, para devanarla. En seguida se encomendó a los que tenían dones de comerciantes entre los nuestros, que vendieran esta seda a los tenderos de Pyatigorsk, Kislovodsk y Essentuki. Hay que recordar que en aquella época no había casi ninguna mercadería. En cuanto a la seda, era increíblemente difícil conseguirla. Este trabajo se prolongó durante dos meses, y nos abasteció de una renta fuera de toda proporción con el precio de compra.

En tiempos normales, una colonia como la nuestra no hubiera podido existir en Essentuki, ni probablemente en ninguna otra región de Rusia. Habríamos llamado la atención y excitado la curiosidad pública, la policía habría intervenido, no se hubieran podido evitar escándalos, y por cierto que nos habrían sido atribuidas tendencias políticas, sectarias o inmorales. La gente está hecha de tal modo que necesariamente debe atacar todo lo que no puede comprender. Pero en esa época, es decir, en 1918, los que habrían sido los más indiscretos estaban ocupados en salvar su propio pellejo de los bolcheviques; en cuanto a éstos, todavía no eran lo suficientemente fuertes como para interesarse en la vida privada de las personas y de las organizaciones despojadas de todo carácter político. Y como se acababan de organizar entre los intelectuales de la capital, entonces reunidos en Mineralni Vodi, numerosos grupos y asociaciones de "trabajadores", nadie nos prestó la menor atención.

Una tarde, durante una conversación, G. nos invitó a buscar un nombre para nuestra colonia, y en general, encontrar un medio de legitimarnos. En esa época, Pyatigorsk estaba en poder de los bolcheviques.

—Piensen en algo como «Sodrujestvo»
[18]
, decía él, agregándole «conquista del trabajo» o «internacional». En todo caso, ellos no comprenderán. Pero es necesario que puedan ponernos una etiqueta "cualquiera".

Por turno cada uno hizo sus sugerencias.

Dos veces por semana se organizaron conferencias públicas en nuestra casa. Éstas tuvieron una numerosa asistencia, y dimos también demostraciones de fenómenos psíquicos, que no tuvieron mucho éxito porque nuestro público se sometía mal a nuestras instrucciones.

Mi posición personal en el trabajo de G. se había modificado poco a poco. Durante todo un año había visto muchas cosas que no podía comprender; todo eso se había acumulado, y sentía que
debía irme.

Este cambio puede parecer extraño e inesperado después de todo lo que he escrito hasta aquí, pero se había realizado poco a poco. Desde hacía ya algún tiempo, como lo he dicho, veía la posibilidad de separar a G. de sus
ideas.
No tenía ninguna duda en lo que concierne a las ideas. Al contrario, mientras más reflexionaba sobre ellas, más penetraban en mí, y más aprendía a apreciarlas, a medir su importancia. Pero comenzaba a dudar de que fuera posible para mí o aun para la mayoría de nuestros compañeros, el continuar trabajando bajo la dirección de G.

No quiero decir de ninguna manera que encontrara malas sus acciones o sus métodos, ni que éstos cesaran de responder a lo que yo había esperado. Esta hubiera sido una actitud por lo menos fuera de lugar con respecto al maestro, una especie de inconsecuencia con relación a un trabajo cuya naturaleza esotérica yo había reconocido. En tal caso, una cosa excluye a la otra: en un trabajo de este orden, no se puede concebir ninguna especie de crítica, ni siquiera un "desacuerdo" con tal o cual persona. Al contrario, todo el trabajo consiste en hacer lo que el maestro indique conformándose a sus ideas, aunque no las exprese claramente; no se trata sino de ayudarlo en
todo
lo que haga. No puede haber otra actitud. Y G. nos había dicho muchas veces: lo más importante en el trabajo es
recordar que se ha venido para aprender
y no para otra cosa.

Sin embargo esto no significa en manera alguna, que un hombre deba seguir contra su voluntad un camino que no responda a lo que él busca. G. mismo decía que no había escuelas "generales", que cada
guru
en una escuela tiene su propia especialidad. Uno es escultor, otro músico, un tercero enseña otra cosa, y todos los alumnos del tal
guru
deben estudiar su especialidad. Existe entonces la posibilidad de elección. Depende de cada uno el encontrar al
guru
cuya especialidad sea
capaz
de estudiar, aquella que está de acuerdo con sus gustos, sus tendencias, y sus capacidades.

Es seguro que existen caminos muy interesantes, tales como la música y la escultura. Pero no se puede obligar a todo el mundo a que aprenda música o escultura. En el trabajo de escuela hay materias
obligatorias,
pero también hay materias auxiliares, que únicamente se proponen como medios de estudio de las obligatorias. Luego, las escuelas pueden diferir mucho. Según la doctrina de los tres caminos, los métodos de cada
guru
pueden estar más cerca ya sea del camino del faquir, del camino del monje o del camino del yogui. Y es evidente que un alumno puede comenzar por equivocarse, siguiendo a un guía al cual en realidad no puede seguir. La tarea del guía será la de disuadir al alumno realmente incapaz de trabajar con él, es decir incapaz de asimilar sus métodos, y de alcanzar la comprensión de las materias de su especialidad. Si ocurriese, sin embargo, que un hombre se da cuenta y comprende que ha comenzado un trabajo con un guía a quien no puede seguir, entonces, claro está, debe irse, debe buscar otro
guru
o si es capaz de hacerlo, comenzar a trabajar independientemente.

En lo que concernía a mis relaciones con G., veía en aquella época que me había equivocado y que, si permanecía todavía con él, ya no iría en la misma dirección que al comienzo. Y pensaba que todos los miembros de nuestro pequeño grupo, con muy raras excepciones, estaban en una situación análoga, si no idéntica.

Era una conclusión sorprendente, pero absolutamente justa. No tenía nada que censurar en los métodos de G., excepto que no me convenían. Un ejemplo muy claro me vino entonces a la mente. Nunca había tenido una actitud negativa hacia la religión, es decir hacia "el camino del monje", sin embargo no hubiera podido pensar ni por un instante que tal camino fuera posible o conveniente para mí. Por lo tanto, si después de tres años de trabajo, me hubiese dado cuenta de que G., de hecho, nos estaba conduciendo hacia el monasterio, y que ahora exigía de nosotros la observación de todos los ritos, de todas las ceremonias, naturalmente esto hubiera sido para mí un motivo suficiente para no estar de acuerdo y para irme, aun arriesgando perder su dirección inmediata. Y ciertamente esto no hubiera querido decir que el camino religioso me habría parecido un camino falso en general. Al contrario, este camino es tal vez mucho más correcto que el mío, pero
no es el mío.

BOOK: Fragmentos de una enseñanza desconocida
12.8Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Children of God by Mary Doria Russel
T Wave by Steven F. Freeman
MJ by Steve Knopper
Because I'm Watching by Christina Dodd
Finding A Way by T.E. Black
Murder at Midnight by C. S. Challinor
Ward of the Vampire by Kallysten
Once A Wolf by Susan Krinard