Read Intrépido Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Intrépido (7 page)

BOOK: Intrépido
9.69Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Dicho eso, su imagen se desvaneció.

Geary se quedó sentado durante un momento, mirando al hueco que parecía que había estado ocupando Rione. Tal vez sea capaz de meterles miedo a los síndicos para que no se lancen al ataque inmediatamente y así ganemos algo de tiempo. Lo que está claro es que a mí sí que me mete miedo.

La capitana Desjani asumió la noticia de la inminente llegada de la copresidenta Rione como si fuera otro episodio negativo más dentro de un día repleto de ellos.

—Por lo menos seguimos teniendo sus naves con nosotros —apuntó resignada.

—Sí. —Geary echó un vistazo a su alrededor—. Capitana Desjani, ¿dónde está el equipo del almirante Bloch?

—¿Su equipo? —preguntó Desjani.

—Sí. Los oficiales que se le asignaran como comandante de la flota. ¿Dónde están? Pensé que me estarían buscando —apuntó Geary.

Durante unos breves instantes, Desjani pareció desconcertada, pero después se dio cuenta de por dónde iban los tiros.

—Ah, ya comprendo. Usted está pensando en lo que se solía hacer en el pasado. Lo siento —se apresuró a añadir, aparentemente a modo de respuesta a la reacción que percibió en el rostro de Geary—, pero han cambiado muchas cosas. Hace tiempo ya que nos faltan oficiales experimentados. Los equipos que usted conoció fueron mermando a medida que fue haciendo falta que los oficiales se pusieran al frente de las naves.

Geary meneó la cabeza.

—¿Tantas bajas ha habido? —inquirió.

—¿Tantas? —Desjani tenía dudas de cómo continuar—. Bueno, lo cierto es que hemos perdido muchas naves durante el curso de la guerra. Pero los síndicos han perdido más —añadió rápidamente.

—Me preguntaba por qué había tantos comandantes que parecían tan jóvenes —señaló Geary.

—No siempre… nos podemos permitir el lujo de proporcionarles a los oficiales una carrera larga antes de que se les promocione y se les ponga al mando de una nave.

—Entiendo —admitió Geary, aunque en realidad no comprendía nada.

Tantos comandantes jóvenes, tantas naves nuevas… otra vez el frío gélido volvía a apoderarse de su interior por un momento a medida que se iba dando cuenta de que todas las naves cuyos datos había examinado eran nuevas o casi.

Geary había dado por supuesto que aquello era así porque las naves más veteranas se habían quedado atrás por estar menos capacitadas. Ahora su duda se reducía a saber cuántas naves veteranas existirían en general. ¿A cuánto habría quedado reducida la esperanza de vida de oficiales, tripulantes y naves de la Alianza bajo el influjo de la guerra?

La capitana Desjani proseguía con sus explicaciones, como si tuviese la sensación de que debía justificar la situación a título personal:

—Las bajas no siempre han sido tantas. Pero, en ocasiones, hemos sufrido muchas. Un siglo de guerra se lleva por delante a muchas naves y a muchos tripulantes de una flota. —Desjani tenía pinta de estar enfadada y, a la vez, cansada—. Muchos. Al almirante Bloch se le habían asignado dos ayudantes de alto rango. Tal vez usted no los vio cuando embarcaron en el transbordador de camino al buque insignia de los síndicos, pero iban con el almirante Bloch y su jefe de personal.

—No —respondió lacónico Geary. Pero también es verdad que en ese momento no estaba al corriente de casi nada.

—Por supuesto, ahora están todos muertos. Hay algunos oficiales jóvenes que secundaban al equipo, pero todos forman parte de la compañía de la nave. Todos tienen puestos de responsabilidad a bordo del
Intrépido
—informó Desjani.

—Doy por supuesto que en estos momentos se los necesita allí —apreció Geary.

—Sí, si bien uno de ellos está muerto y otro tiene heridas tan graves que no podría abandonar la enfermería. Me gustaría poder seguir disponiendo de los otros dos para que continúen desarrollando sus funciones primordiales…

Geary alzó la mano para evitar que Desjani siguiera dando explicaciones. —Cómo no… Iré a verlos cuando las condiciones lo permitan. ¿Puede decirme cómo se le ocurrió al almirante Bloch poner en marcha una flota con tan poco personal? —preguntó Geary.

Desjani puso mala cara.

—Porque hizo lo que había que hacer y dejó el resto a los comandantes de las naves, supongo. Además, los sistemas de apoyo que usted tiene a su disposición son muy eficaces. —Desjani miró la hora y puso cara de alarma—. Capitán Geary, con su permiso, debo volver al puente de mando.

—Permiso concedido —sentenció Geary.

Desjani ya estaba saliendo a toda prisa cuando el brazo de Geary se anticipó a devolver un saludo de despedida que nunca llegó a producirse.
O me acostumbro a estas cosas o me pongo serio y cambio la manera que tiene esta gente de hacer las cosas.
Geary echó un vistazo al infante de la Marina de la puerta, que seguía cuadrado en el exterior de la entrada a la sala de juntas, a poca distancia de donde se hallaba él.

—Gracias —dijo Geary.

El infante de Marina realizó un saludo disciplinado con una ejecución más que aceptable y Geary se lo devolvió convenientemente.

Tras ello, el capitán siguió los pasos de Desjani, sabedor de que él también debería estar en el puente de mando. Pero, de repente, le empezaron a temblar las piernas como si se hubiera vuelto a quedar sin fuerzas. Geary apoyó una mano contra la pared y, una vez que consiguió estabilizarse, comenzó a caminar lentamente hacia su camarote.

Al llegar se tumbó aliviado sobre la silla, respirando con dificultad.
No me puedo permitir esto ahora. Hay muchas cosas que hacer.
Metió la mano en un cajón y sacó un parche de medicamentos que contenía un mejunje con las sustancias que los médicos de la flota habían previsto que podrían serle de más utilidad para seguir manteniéndose en pie. Me
dijeron que estos chismes no interferirían con mi capacidad de pensar. ¿Y si no es así? Da igual porque, como no me tome esto, voy a ser incapaz de hacer mi trabajo.

Tengo que dejar de meterme en situaciones en las que todas las opciones posibles sean perjudiciales en potencia.

Geary se pegó el parche de medicamentos en el brazo y empezó a sentir un ligero cosquilleo que significaba que los fármacos estaban haciendo su trabajo. El efecto tardaría unos segundos en notarse, así que, mientras tanto, Geary fue activando los sistemas de apoyo que había mencionado Desjani.

En cuanto lo hizo, vio un mensaje de la comandante Crésida, de la
Furiosa.
Contenía el plan que había prometido mandar sobre cómo recolocar las naves de la flota para preparar el traslado al punto de salto. Geary lo estudió con todo el detenimiento de que fue capaz, pero tampoco pudo evitar sentir que el péndulo del tiempo pendía constantemente sobre su cabeza. En menos de media hora, tal vez, los síndicos moverían ficha. Incluso menos si habían mentido sobre el plazo que habían dado para que los comandantes de la Alianza se pensaran qué iban a hacer. Una vez que todas las naves de la Alianza estuvieran en posición, o una vez que los síndicos empezaran a moverse si es que eso ocurría primero, el plan apelaba a la palabra clave «Obertura» para dar paso a la retirada de la flota hacia el punto de salto.

Geary sintió un amago de frustración al revisar los nombres de las naves, pues hubiera deseado saber más acerca de cómo se movían y de cómo combatían.
Numos tenía razón al decir que mis conocimientos están anticuados pero mis antepasados saben que; como comandante
;
sigo siendo mejor de lo que él llegara a ser nunca.
Y, como le había dicho a Numos, en este momento actuar en lugar de quedarse a la expectativa era algo primordial. Rezando entre dientes una rápida oración, Geary acabó marcando la señal que daba la aprobación al plan y lo etiquetó para que fuera transmitido a la flota.

Después, Geary comenzó a incorporarse, pero en ese momento le recorrió un espasmo de inestabilidad y se volvió a sentar, obligándose a sí mismo a esperar unos pocos minutos más. Volvió a girarse hacia las estadísticas de la flota y empezó de nuevo a repasar el listado, intentando absorber todo el conocimiento de los navíos que pudiera. Como había sospechado, todas las naves eran nuevas o prácticamente nuevas. Si la edad media de esas naves significaba lo que él creía que significaba, las bajas debían de haber sido, debían de seguir siendo, para caerse de espaldas.

Que se perdiera una nave no significaba necesariamente que la tripulación entera se hubiera ido al garete, eso por supuesto; pero, así y todo, seguían siendo un montón de bajas.

Geary miró al borde tosco de su escritorio y finalmente se dio cuenta de qué quería decir aquello. Quería decir que las naves se estaban produciendo a toda prisa para reponer las bajas sufridas en la batalla. Los oficiales y tripulantes pasaban el período de capacitación a toda velocidad para entrar a formar parte del personal de esas naves y finalmente se les promocionaba rápidamente para reemplazar a los caídos en combate. Así, al mismo tiempo que el personal inexperto poblaba las nuevas tripulaciones, un buen puñado de naves construidas a toda prisa eran arrojadas sin remilgos al fragor de la batalla, lo que provocaba que se siguiesen produciendo numerosas bajas de gente que moría antes de haber podido aprender lo suficiente. ¿Cuánto tiempo llevaba la flota atrapada en este bucle mortal?
No me extraña que se hayan olvidado de saludar. No me extraña que se hayan olvidado de cómo se comanda una flota. Son todos unos aficionados. Aficionados que tienen las vidas de sus compañeros de tripulación y el destino de la Alianza en sus manos. ¿Es que soy yo el único profesional preparado que queda en toda esta flota? ¿Qué ha pasado con todas las naves y la gente que conocí? ¿Murieron todos en el campo de batalla mientras yo dormía?

Como no quería seguir pensando en ello, Geary trató de concentrarse en los datos que tenía delante de él. De hecho, comenzó a pasarlos deprisa para obligarse a prestar atención. De repente frunció el ceño al darse cuenta a medias de que se había saltado algo y volvió a mirar los datos de nuevo con más detenimiento. Ahí estaba. Crucero de batalla
Resistente
; oficial al mando: comandante Michael J. Geary.
Mi hermano se llamaba Michael Geary. Pero debe llevar muerto mucho tiempo y nunca entró a formar parte de la flota que yo conocí. Al menos no antes de que me fuera a dormir un siglo,
vamos.

¿Tengo tiempo para andar mirando estas cosas? Bueno, vamos a meternos en una batalla, así que si pasa algo tal vez nunca llegue a enterarme.

Geary dudó por un momento, pero al final acabó marcando el código para hablar con el oficial al mando del
Resistente.
Tardó unos segundos, pero después apareció un rostro que le resultaba casi familiar, lo cual no dejaba de ser inquietante.

—¿Sí, señor? —respondió Michael Geary.

Ni el tono ni la expresión del comandante del
Resistente
parecían muy agradables, pero Geary no pudo evitar preguntar, sobre todo después de haberle visto la cara:

—Discúlpeme, comandante Geary, pero quería saber si usted y yo estamos emparentados —inquirió John.

El rostro de Michael permaneció duro e impasible.

—Sí —espetó el capitán del
Resistente.

—¿Cómo? Entonces tú eres…

—Mi abuelo era su hermano —explicó Michael lacónicamente.

De nuevo el hielo amenazaba con apoderarse de él. Su hermano. Unos pocos años más joven que él en su época. Geary miró aquel rostro que reflejaba el legado que su hermano le había transmitido a su nieto y, de repente, la pérdida de su propia época se volvió insoportable, y no solo porque el comandante del
Resistente
pareciera tener unos pocos años más de los que John aparentaba tener. Su resobrino había roto todas las estadísticas al sobrevivir tanto tiempo, pero aquel hecho no parecía haber supuesto un motivo de alegría para él.

—¿Qué…? —Geary miró hacia otro lado y respiró hondo hasta sentir escalofríos—. Lo siento. No sé nada sobre ti y… y… mi hermano. ¿Qué pasó con él?

—Vivió y murió —respondió el resobrino de Geary sin más.

Hubo algo en aquella hostilidad que hizo que John perdiera los papeles.

—Eso ya lo sé. Era mi hermano, cabrón desalmado —increpó John.

—¿Necesita algo más, señor? —inquirió Michael.

Geary se quedó mirando a aquel hombre y pudo ver cómo las marcas de la edad se mezclaban con las líneas impresas por las emociones fuertes que debía de haber vivido. Su resobrino era sin duda un par de décadas mayor que él y esos años no habían sido precisamente agradables.

—Sí. Hay algo más. ¿Se puede saber qué cojones te he hecho yo a ti? —increpó John.

El otro hombre sonrió, pero en aquella expresión no había nada de divertido.

—¿Usted? Nada. Ni a mí, ni a mi padre, ni a mi abuelo. El abuelo solía decir que habría cambiado los honores que recibió por volver a tenerlo cerca, pero al menos él vivió iluminado por el resplandor de
Black Jack
Geary, «héroe» de la Alianza, y no a la sombra de ese «héroe».

Geary notó cómo su resobrino pronunciaba la palabra «héroe» con sarcasmo y no pudo evitar volver a sacar su ira a pasear.

—¡Ese no soy yo! —repuso Geary.

—No. Usted era humano. Ya lo suponía. Pero para el resto de la Alianza, usted no era humano. Usted era el héroe perfecto, el ejemplo brillante para la juventud de la Alianza. —El comandante Michael Geary se inclinó para acercarse más a la pantalla virtual—. Todos y cada uno de los días de mi vida he visto cómo se me comparaba con el estándar de
Black Jack
Geary. ¿Se hace usted una idea de lo que es eso?

Se lo podía imaginar, a juzgar por las emociones que había dejado entrever su resobrino.

—¿Y por qué cojones te enrolaste en la Marina? —preguntó el capitán Geary.

—¡Porque no me quedó otro remedio! —se quejó el comandante del
Resistente
—. Lo mismo que le pasó a mi padre. Éramos Gearys. Eso ya lo decía todo.

Geary cerró los ojos apretándolos bien fuerte y se oprimió la cabeza entre las manos. Solo he vivido con esta imagen de mí mismo unas pocas semanas. Para vivir toda una vida a su sombra…

—Lo siento mucho —se disculpó Geary.

—Usted no hizo nada —repitió su resobrino.

—¿Entonces por qué me odias así? —insistió Geary.

—Resulta difícil romper con los hábitos de toda una vida —repuso su homólogo.

Desearía saber cosas de mi hermano, de lo que pasó con sus hijos, de cualquier detalle que me pudieras contar sobre mis otros amigos y parientes, pero no puedo preguntarle a alguien que lleva toda la vida odiándome y que ni siquiera se preocupa lo más mínimo por ocultar su aversión hacia mí.

BOOK: Intrépido
9.69Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

This Way to Heaven by Barbara Cartland
Shafted by Unknown
Blue Ribbon Champ by Marsha Hubler
Nothing by Barry Crowther
Tuffer's Christmas Wish by Jean C. Joachim
Jack's New Power by Jack Gantos
Romance: Her Fighter by Ward, Penny
The Secret History by Donna Tartt
Up-Tight: The Velvet Underground Story by Victor Bockris and Gerard Malanga