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Authors: Fabio Fusaro

Tags: #Autoayuda

Mi ex novia (10 page)

BOOK: Mi ex novia
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Tampoco la llamaba mucho por teléfono. Intentaba esperar a que llamara ella.

Era viernes. La última vez que hablaron había sido el martes.

Esa espera ya se estaba pasando de castaño oscuro, por lo que Patricio decidió llamarla.

—Hola, Marta, habla Patricio, ¿cómo le va?

—Hola, querido… ¿cómo andas, tanto tiempo? —respondió la mamá de Carolina.

—Bien… muy bien… ¿Carolina está?

—Esteeee… no, querido… mira, Carolina está en Europa.

Al comienzo Patricio creyó que se trataba de una broma, pero el correr de los días le demostró lo contrario.

Su novia regresó quince días más tarde y lo llamó por teléfono.

—¿Te fuiste de viaje sin avisarme? —fue obviamente lo primero que le preguntó al encontrarla.

—Bueno… es que este viaje lo había programado con una amiga cuando no estábamos juntos… y sabía que si te decía me ibas a hacer una historia… sé que estuve mal, perdóname…

—¿Y con qué guita pagaste ese viaje?

—Este… no… yo algo tenía guardado, y mi amiga me pagó casi todo, porque quería que la acompañara…

La cuestión fue que Carolina le prometió no volver a hacer una estupidez semejante y todo volvió a la normalidad.

—Hola, Marta, soy Patricio.

—Hola, Patricio… ¿cómo te va?

—Bien, bien… ¿Carolina?

—Eh… no… Carolina se fue anoche a España.

—Marta, ¿qué me está diciendo? Yo estuve con Carolina ayer a la tarde.

—Claro, claro, porque ayer a la tarde estaba acá… pero ahora está en España.

Lo que sucedía era muy sencillo: Carolina se había hecho «gato» de un viejo multimillonario que le había comprado un departamento, un auto y le pagaba una buena guita por mes. A cambio de eso Carolina debía estar a su disposición determinados días a la semana y acompañarlo cuando se le cantara llevarla de viaje. El tipo tenías unas cinco o seis minas en las mismas condiciones.

Sergio estaba con Fabiana, su flamante esposa, de luna de miel en un lujoso hotel de Cancún. Habían llegado hacía dos días y les parecía estar viviendo un sueño.

Claro, estaba haciendo la clásica boludez de pasarse quince días como un jeque árabe, gastando lo que ganaba en un año entero sólo porque había firmado un acta de matrimonio.

Qué fulero iba a ser cuando, después de haber estado un domingo en alguna playa de Cancún tomándose un daiquiri, al otro día tuviera que hacer su ingreso en la empresa donde era empleado administrativo por un sueldo que tenía poca relación con las horas trabajadas. Pero bueno. Costumbres son costumbres, y la estaba pasando bomba.

O al menos la estaba pasando bomba hasta que una tarde no lograba encontrar a Fabiana por ningún lado.

Y bueno… ese lugar estaba tan lleno de cosas interesantes que seguramente se había entretenido con algo por ahí.

Tan desacertado no estaba.

Se hizo de noche y Fabiana seguía sin aparecer.

Sergio caminaba por la habitación como un león enjaulado.

Finalmente ella hizo su entrada a las siete de la mañana siguiente y lo único que dijo fue: «Sergio… lo siento… conocí a otro tipo y me voy a la mierda».

Posiblemente no fueron exactamente ésas las palabras de Fabiana, pero el contenido es el mismo. Y se fue nomás.

Si en zonas propensas a terremotos las viviendas se construyen con sistemas antisísmicos, si en zonas de huracanes hay planes de evacuación, si los edificios tienen extinguidores contra incendios, los que nos enamoramos de una mujer también tenemos que estar prevenidos para una catástrofe. ¿Es difícil que algo así nos suceda?

Sí, es difícil. Pero no es imposible. ¿Se puede prevenir?

No. No se puede. Pero sí podemos tener en mente que estas cosas pasan. Y pueden pasarnos a nosotros. De esa forma vamos a estar al menos algo preparados para afrontar la situación y seguir adelante con nuestra vida de la mejor manera.

Franco, Patricio y Sergio no eran ningunos idiotas.

Eran tipos piolas, inteligentes, macanudos.

Y sus mujeres eran en apariencia… cómo decirlo… «divinas».

Como la tuya.

Capítulo 19: Mordiendo el anzuelo

«El mejor amigo del hombre es el preservativo.»

—No, loco, me presionaba para casarme y a mí no me va. Si me quiere que acepte eso y si no, su ruta —dijo mi primo Esteban una noche durante una cena de amigos. Fernanda le había dado el ultimátum y el tipo le sacó la roja.

A él la vida de casado no le iba. Nada de compromisos, obligaciones, horarios, hijos, etc.

Esteban tenía apenas veintiocho años. Un nene.

Fernanda se acercaba peligrosamente a los treinta y comenzaba a pesarle el DNI.

Nos dio pena dejar de ver a Fer. Era una mina macanuda, y los familiares y amigos de Esteban habíamos llegado a apreciarla mucho. Pero su rompebolismo con respecto al casamiento la alejó de mi primo y de todos sus allegados.

Al tiempo Esteban comenzó una tranquila relación con Claudia, una psicóloga de veintisiete años que vivía sola a pocas cuadras de su casa.

Claudia era otra cosa. Nada que ver con Fernanda.

Era una mina independiente, moderna, nada rompebolas.

Sexualmente era algo así como el sueño de su adolescencia.

Si habían tenido una noche muy agitada, lo que casi siempre sucedía en la casa de él, no tenía problemas en quedarse a dormir e irse a trabajar desde ahí al otro día.

Una mañana de ésas, luego de que Claudia había partido a trabajar, Esteban entró al baño y vio que, en lugar de un cepillo de dientes, había dos.

Claro… buena idea comprarse un cepillo de dientes y dejarlo ahí. Como también era buena idea haber dejado en la cocina una de sus tazas favoritas para desayunar cuando se quedara a dormir con él.

La ropa para el día siguiente a veces también solía ser un problema, por lo que Claudia dejó alguna muda en el departamento de mi primo.

«¡Milagro!», debió haber exclamado él al ver que un día la muda se había multiplicado por obra y gracia del Señor y ya estaba ocupando más de medio placard.

Hoy Esteban y Claudia están buscando un nuevo departamento. Ése les va a quedar chico a los tres.

Casarse, además de ser un compromiso al cual los hombres le escapamos, es caro. Vestido, flores, fotos, video, fiesta, auto alquilado, luna de miel, etc., etc., alcanzan una suma final escalofriante.

Las pocas ganas de los hombres de dejar la soltería, sumadas al gasto que no queremos o no podemos realizar, hacen ver a las mujeres que su objetivo de formar con nosotros una familia se aleja.

Pero como las mujeres, a pesar de que intencionalmente se maten por ocultarlo, son extremadamente inteligentes, tienen sus estrategias para que terminemos atrajeados y bañados en arroz.

En algunos casos emiten o nos hacen emitir la frase «nos vamos a vivir juntos». En otros empiezan a avanzar de a poquito: un día se quedan a pasar la noche, otro día dejan en tu baño su cepillo de dientes, comienzan a dejar algo de ropa en tu casa por un tema de comodidad y cuando te querés dar cuenta la tenes instalada y presentándose a todo el mundo como «tu mujer».

De todas maneras vos simplemente sentís que «estás viviendo con tu novia», situación que hasta podes llegar a calificar como «temporal», pero no tuviste en cuenta el pequeño detalle que mencionamos líneas atrás: son extremadamente inteligentes. ¿Qué hace una mujer con la que convivimos cuando ve que no hay miras de matrimonio legal y por lo tanto sabe que existe la posibilidad de que en cualquier momento nos tomemos el piojo sin tener que rendirle cuentas a nadie?

Queda embarazada.

Fuiste.

Sí… sí… ya sé que vos te vas a poner contento porque vas a ser padre. Festejo, emoción, alegría inconmensurable, pero… ¿te lo había consultado y estuviste de acuerdo?

Probablemente sí.

Sin embargo, en la gran mayoría de esos casos las mujeres no hacen partícipe al hombre de su decisión de ser madres y por ende de haberlos enganchado como a un pejerrey. Aparecen un día con que mágicamente y por un descuido mutuo están embarazadas.

No dudes de que el descuido existió, pero de ahí a que haya sido mutuo hay un abismo.

Las mujeres saben que cuando los hombres usamos la cabeza de abajo no podemos usar la de arriba.

Si nosotros por un descuido pudiéramos quedar embarazados y tuviéramos que llevar un hijo adentro durante nueve meses con el cambio de vida que eso conlleva, ¿nos descuidaríamos? ¡Ni locos!

Las mujeres no se descuidan. En casi todos los casos las mujeres saben perfectamente lo que hacen, cómo lo hacen y cuándo lo hacen, y no debe sorprendernos descubrir que quien quedó embarazada «por casualidad y en un descuido» venía tomando «ácido fólico» desde hacía algunos meses.

Existe un rango de edad en las mujeres que va desde aproximadamente los veintiocho hasta los treinta y dos años durante el cual si no engancharon a la pareja adecuada y por ende no tienen la posibilidad en el corto plazo de ser madres, se vuelven locas.

Son muchas las mujeres que quedan embarazadas para enganchar a un tipo, pero hoy en día son más las mujeres que enganchan un tipo para quedar embarazadas.

Ninguna de las dos situaciones es conveniente para el hombre.

Ambas incluyen un engaño, una estafa, un fraude.

Por lo tanto, queridos amigos, tengan los ojos bien abiertos y no olviden que el mejor amigo del hombre ya no es más el perro.

Es el preservativo.

Capítulo 20: ¿Desafortunados en el amor?

«Ninguna relación termina bien, porque en ese caso no terminaría.»

Javier se quería morir. Silvina lo había dejado y él no tenía consuelo. Se engañaba a sí mismo diciendo que lo único que quería era hablar con ella para que le diera una explicación de «por qué» lo había dejado.

Él había sido el novio perfecto y quería saber en qué había fallado.

Me costó mucho convencerlo de que él no quería una explicación de los motivos que la llevaron a tomar esa decisión, sino estar cerca, no perder contacto, tratar de convencerla y finalmente volver con ella.

La mina no lo quería ver ni dibujado. Era de esas que se ponen de novias con otro y al ex novio le agarran fobia.

Javier se sentía un loser total. No creía en la posibilidad de olvidarla. Estaba convencido de que su sufrimiento sería eterno si no lograba su objetivo.

En el ínterin salió con dos o tres minitas que no le interesaron mucho que digamos. Una ida al cine, alguna cena, un par de besos y les daba salida. Estas experiencias parecían empeorar las cosas porque reafirmaban su creencia de que Silvina era única e irreemplazable y que jamás podría superar su alejamiento.

Al tiempo Andrea llegó a su vida. Con ella empezó una relación tranquila, sin mucho entusiasmo, pero con el correr de los meses y sin darse cuenta, dejó de sufrir por Silvina.

Había encontrado por fin la solución a su problema.

Aproximadamente al año y dos meses de noviazgo, la dulce Andrea se vuelve medio arisca, medio peleadora, ya no lo llama con la frecuencia con la que lo hacía antes y no arrojaba un «te quiero» ni a palos.

Como respuesta a la presión de Javier para revertir esa situación, Andrea decide terminar.

Otra vez el mundo se derrumbaba.

Pero esta vez era peor, porque al dolor por no tener a su novia al lado se le sumaba otro pensamiento: «Soy un hombre desafortunado. Todas las que de verdad me importan me dejan, por lo que estoy condenado al fracaso».

El noviazgo es una empresa con muy pocas probabilidades de éxito.

Las opciones de finalización de una relación de novios son tres: las dejamos, nos dejan o nos casamos.

Algunas veces escucharemos que luego de cortar un noviazgo una de las partes dice «fue mutuo».

Nunca es mutuo.

Jamás una pareja dice al unísono un, dos, tres… ¡cortamos!

Siempre hay uno que toma la decisión y otro que acata porque no le queda otra.

Y para engañarse más profundamente encima dicen «terminamos bien».

Ninguna pareja «termina bien» porque en ese caso no terminaría.

Puede suceder que nos pongamos de novios con una chica que después de un tiempo no nos convence del todo, de la cual no estamos enamorados y a la que por ende terminamos abandonando. OK, no vamos a detenernos en este caso porque la verdad es que mucho no nos interesa.

El problema viene cuando nos enganchamos con una mina de la cual nos enamoramos como locos y a la que consideramos una joya irreemplazable e indispensable para la vida.

Luego de un tiempo de noviazgo con la señorita en cuestión sólo puede suceder alguna de estas dos cosas: que nos deje o que nos casemos, dado que por motivos obvios la opción de dejarla queda anulada.

Podemos decir entonces que ese noviazgo será exitoso sólo cuando desemboque en un matrimonio. Algunos más modernos podrán decir que también puede terminar en una convivencia, pero en este último caso, por más que a las mujeres les guste que las llamemos «mi mujer», siguen siendo nuestras «novias».

Novias con las cuales convivimos, pero novias al fin. Y ese noviazgo con convivencia también suele terminar en una ruptura.

Los hombres cometemos el error de pensar que tenemos mala suerte, que somos unos desdichados, que cada vez que nos enamoramos nos terminan dejando, que estamos destinados a sufrir por amor. Sucede que cuando nos enamoramos de verdad las probabilidades de que eso ocurra son grandes.

Todos los hombres tenemos «muchas» novias para llegar a «un» matrimonio, por lo que las posibilidades de que terminemos sufriendo por esa chica porque nos dejó son realmente altas.

La primera vez que sufrimos un fuerte desengaño amoroso tenemos que saber tres cosas: que lo vamos a superar, que nos puede volver a pasar y que vamos a volver a superarlo.

Capítulo 21: Su clave

«Revisar el correo de una ex es sinónimo de sufrimiento innecesario.»

—Amor, ¿podes revisar mi casilla de e-mails que no sé qué problema tengo en mi compu que no puedo entrar? La clave es «pichucho» —le dijo una tarde Claudia a su novio Víctor. ¡Qué novia espectacular! ¡Qué tesoro incalculable!

Víctor le tenía una confianza casi ciega a su novia, pero que ella le diera la clave de su casilla de e-mail era como si le hubiera firmado un certificado de fidelidad eterna.

De todas maneras Víctor, como hombre de honor, al tiempo le sugirió a Claudia que cambiara su clave.

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