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Authors: Fabio Fusaro

Tags: #Autoayuda

Mi ex novia (11 page)

BOOK: Mi ex novia
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—¿Para qué la voy a cambiar, amor? Si entre nosotros no hay secretos —le respondió ella.

Seis meses más tarde Claudia empezó a estar rarita.

Siete meses más tarde ya no estaba. Al menos al lado de Víctor.

Un ataque de confusión galopante provocado básicamente por el estrés que le causaba su exceso de tiempo libre, sumado a un efecto de angustia retrasada por la separación de sus padres diez años atrás, más el desorden mental que le trajo su reciente cambio de carrera fueron los motivos por los cuales Claudia le pidió a Víctor un tiempo para estar sola.

O al menos eso fue lo que le dijo a él.

Víctor sentía que le habían tirado un balde de agua helada en pleno invierno, pero tenía la convicción de que, pasado ese tiempo en el que Claudia aclararía su mente, todo volvería a ser como antes.

Ella lo amaba, de eso él no tenía dudas.

Transcurrieron siete días sin novedades. Ella le había pedido un tiempo… y siete días era un tiempo. Tomó el teléfono y marcó su número. La voz de Claudia sonó más fría de lo que él esperaba. «Por favor, no me presiones», fue la frase que volvió a golpear sus esperanzas de acelerar la reconciliación.

Quince días más tarde Víctor era un trapo de piso. No quería repetir la experiencia del llamado, y de Claudia ni noticias.

Seguramente ella estaría tan mal como él, pero no querría llamarlo hasta que estuviera totalmente segura de haber superado sus problemas. Claudia no iba a estar jugando con el hombre que tanto amaba. Cuando volviera iba a ser para siempre. Y lo más probable es que no faltara mucho para ese momento.

Víctor necesitaba algo de alivio. Quería saber de ella. Su ansiedad por confirmar cuánto lo estaba extrañando lo llevó a sentarse frente a su computadora y escribir la dirección de e-mail de su ex.

Antes de escribir la clave sintió una leve taquicardia. ¿Cómo no lo había hecho antes?

Qué feliz iba a estar al leer algún e-mail enviado por ella a una amiga donde dijera: «Víctor no merecía que yo lo atormentara con mis problemas, por eso le pedí un tiempo. Pero ya no soporto más estar sin él. Me paso el día llorando y mirando sus fotos. Recuerdo sus caricias y sus besos todo el tiempo. Voy a llamarlo, lo amo tanto…».

Ese pensamiento le dibujó una sonrisa nerviosa en la cara mientras tecleaba la clave «pichucho».

La sonrisa se transformó en una mueca congelada al ver varios e-mails de un tal Marcelo en su bandeja de correo entrante.

«Tranquilo, Víctor… no hay de qué preocuparse… será un compañero de facultad, algo sin importancia…»

Doble click.

¡¡¡Hola, bombón!!! ¿Cómo amaneciste? No te quise despeinar cuando me fui, pero me quedé mirándote un ratito. Dormías como un bebé. No te das una idea lo que me costó salir de la cama y meterme en la ducha. Anoche me dejaste destrozado. Si esto va a ser siempre así estamos en problemas, jajá… Sobre todo porque me cuesta concentrarme en el trabajo recordando el juego del «perrito»… mmmm… ¡¡cómo gemía ese perrito!!… ja ja. Y vos que decías que no… que te iba a doler. Bueno… un poco te duele, pero cómo te gusta, guacha, ¿eh? Jajá…

Bueno, linda, más vale que deje de pensar en esa colita y labure un poco o me van a echar.

Después hablamos. Un besito.

Te quiero mucho.

Marce

Víctor, sin dejar de mirar el monitor y con el corazón casi paralizado, levantó el teléfono.

Seguidamente volvió a colgarlo.

De todas maneras no sabía a quién llamar ni para qué.

«Calma, Víctor, calma… acá hay un error.»

Fue a «correo enviado», donde seguramente encontraría una respuesta de Claudia a la broma de mal gusto de ese pelotudo.

No había error.

Luego de un rato de llorar despacio, casi para adentro, tirado en su cama, comenzó a llorar a los gritos.

Se pellizcaba pero no despertaba. La pesadilla parecía que iba a ser eterna.

Claudia, «su» Claudia, no estaba mal, no estaba llorando, no lo estaba extrañando, la estaba pasando bomba.

Y otro la estaba tocando, la estaba… la estaba…

El llanto ahora iba acompañado de convulsiones.

Recién al otro día pudo pensar con un gramo más de claridad.

Las opciones eran las siguientes:

  • Llamar a Claudia llorando y suplicarle que terminara con ese Marcelo y volviera con él o se moriría.
  • Llamar a Claudia y recontra reputearla de arriba abajo por ser tan pero tan yegua, tan puta, tan perra.
  • Matar a ese Marcelo.
  • Hacer como que no pasó nada y esperar a que ella se diera cuenta de que él era su verdadero amor y regresara.

Algo le decía que la primera opción no iba a funcionar.

La segunda lo alejaría de una futura y todavía probable reconciliación.

La tercera era la que más le gustaba pero lo pondría entre rejas por un largo tiempo.

Por lo tanto optó por la cuarta.

Esa relación no podía durar. Ella no podía haberse olvidado de él en tan poco tiempo. Era muy fuerte lo que sentía por él, ¿o no?

Estaba decidido. Iba a esperarla. Después de todo, si no hubiera entrado en su casilla estaría esperándola como antes y sin sufrir tanto.

Pero ahora tenía una ventaja: podía entrar en la casilla de email de Claudia. De esa manera podía tener noticias de ella, podía ir viendo cómo se terminaba la relación con ese idiota.

Podía ver cómo alguna amiga le aconsejaba que si tanto lo extrañaba a él, que dejara a Marcelo y regresara.

Y día a día, antes de ver su propio correo, entraba a la casilla de Claudia.

Cada vez lo hacía con más frecuencia. Varias veces por día.

Pasaban los meses y revisar el correo de su ex se había convertido en una adicción. Jamás encontraba allí nada que lo alegrara. Muy por el contrario. Parecía que ella y su nueva pareja disfrutaban de comentar por e-mail sus acrobacias sexuales.

Entrar en esa casilla era como una droga que le estaba anulando la posibilidad de seguir adelante con su vida.

Debía olvidarse de la clave.

Imposible.

Podía llamarla y pedirle que la cambiara, pero eso significaba reconocer que había estado mirando su correo.

Tampoco iba.

La solución era sencilla. Podía cambiarle la clave para que ella no pudiera entrar y se viera obligada a abrir una nueva casilla desconocida para él, y asunto terminado.

Pero… ¿iba a ser capaz de dar ese paso? ¿Iba a tener la fuerza de voluntad para dejar esa adicción?

La respuesta fue «no».

Además tenía una excusa para no hacerlo: «Ella sabe que yo tengo su clave, por lo tanto si alguien se la cambia es evidente que fui yo».

En ese momento un frío le corrió por la espalda.

Ella sabía que él tenía su clave. Ella misma se la había dado.

En una gran cantidad de casos las mismas mujeres saben perfectamente que sus ex novios están revisando sus casillas.

Ellas mismas les abrieron la puerta al confiarles sus claves tiempo atrás. ¿Por qué no la cambian?, se preguntarán ustedes.

Porque son conchudas, es la única respuesta coherente que me viene a la mente.

Y si la vamos de hackers, los únicos que nos jodemos somos nosotros.

Moraleja:

Nunca entres en la casilla de correo de tu ex.

Nunca, pero nunca aceptes conocer su clave.

Jamás la averigües por tus propios medios.

Nunca vas a encontrar en la casilla de correo de una ex algo que te agrade.

Revisar su correo se convertirá en un comportamiento tan adictivo como destructivo del cual, al igual que de cualquier otra adicción, es muy difícil salir.

Y si alguna vez tu novia, cuando están pasando por el mejor momento en su relación, quiere darte la clave de su correo, enójate.

Enójate mucho.

Capítulo 22: El MSN

«Mostrarnos online en el MSN de una ex novia es lo mismo que pararnos en la puerta de su casa.»

Hoy es el MSN.

Mañana puede ser otra cosa similar pero más moderna. Y dentro de un poco más de tiempo puede ser un chip que se implante en el cerebro de las personas por medio del cual podamos conocer los pensamientos de aquellos con quienes estamos conectados.

Afortunadamente por ahora esto se limita a un programa de computadora donde nosotros elegimos cuándo y a quién mostrarnos. Programa muy útil, práctico y fácil de usar, pero que puede convertirse en un elemento nefasto a la hora de intentar recuperar u olvidar a una mujer.

Todos sabemos que el MSN es un programa que nos permite tener una lista de contactos y dialogar con ellos y hasta vernos las caras en el caso de que contemos con el equipo adecuado, aunque el uso más frecuente es el del chat.

Este simpático programita nos muestra quiénes son las personas de nuestra lista que están conectadas en ese preciso momento y con las cuales tenemos la posibilidad de contactarnos al instante.

Nos permite también identificarnos con nuestro verdadero nombre, con un nick o con una frase.

Seguramente lo habremos usado muchas veces con nuestra novia para largas charlas románticas.

Qué lindo… cuántos recuerdos.

Vamos a suponer que esa novia, hoy por equis motivos ajenos a nuestra voluntad, se ha convertido en ex novia.

Lo lógico es que si ella decidió dejarnos, tomarse un tiempo o como quiera llamarlo, nos elimine de su lista de contactos.

Claro que eso no lo van a hacer jamás. ¿Por qué?

Porque son conchudas.

Memoricen esa respuesta porque será la clave para evacuar muchas otras preguntas que se irán formulando a lo largo de su vida con respecto a las mujeres.

Ellas no quieren borrarnos. Ellas quieren seguir rompiéndonos las pelotas. Quieren tenernos a mano. Quieren tenernos vigilados.

Mostrarse online en el Messenger de una ex novia es lo mismo que pararnos en la puerta de la casa. Y que además esa casa tenga una ventana desde donde nuestra ex pueda ver perfectamente que estamos ahí apostados.

Ella sabe muy bien que tenes la posibilidad de ponerla en «no admitir». Por lo tanto si te está viendo online es porque vos «querés» que ella te vea.

Y si querés que ella te vea significa que seguís pendiente, que seguís interesado, que seguís muerto.

Si ella te ve online y no le hablas es simplemente porque querés que ella te hable primero.

Las mujeres decodifican esas cosas en fracciones de segundo, de manera inconsciente.

El agrande y la tranquilidad que eso les provoca son instantáneos. Y cuanto más agrandada y tranquila esté con respecto a vos, menos posibilidades tenes de revertir la situación negativa que estás viviendo.

Cuando una novia te deja, lo primero que hay que hacer es ir al MSN y «borrarla» de la lista de contactos, aceptando la opción de «no admitirla» cuando el sistema te lo pregunte.

Muchos dirán: ¿pero para qué la voy a borrar si la puedo poner en «no admitida» y listo?

Porque si la tenes en «no admitida» la vas a ver cada vez que ella se conecte. Y en algún momento vas a querer mostrarte online a ver si te habla. Eso tarde o temprano te va a pasar, porque de lo contrario no tendría sentido que ella siga en tu lista.

No te engañes. Si la ves online, en algún momento de debilidad te vas a dejar ver. Y ahí sonaste de nuevo.

Además vas a tener que soportar sus raros nicks que pueden ir desde cosas inentendibles tipo «la verdad está en el corazón aunque no tengamos ni corazón ni verdad» (esas pelotudeces les encantan) hasta un «sos mi amor».

En el primer caso nos vamos a devanar los sesos para comprender qué dijo, por qué lo dijo y por quién lo dijo.

En el segundo caso directamente nos vamos a quedar mirando el monitor como esos pescados de ojos saltones cuando los ves de frente. ¿Lo puso por mí? ¿Tendrá otro? ¿Se arrepintió y quiere que le hable?

Si se arrepintió y quiere que le hables que te mande un e-mail, que te llame por teléfono o que te vaya a buscar. ¿No tiene acaso tu e-mail, tu teléfono y tu dirección?

Si cuando te dejó no tuvo problemas en decírtelo claramente, que ahora te diga que quiere volver. O que al menos dé un paso importante hacia el acercamiento.

No olvidemos que el MSN le resulta a ella una herramienta ideal para poder testearte (como vimos en el capítulo «Testeos») y por medio de la cual, además, le estás simplificando el control sobre tus actos. Porque si estás en tu casa conectado al MSN no estás de joda, no estás con amigos pasándola bomba, no estás con otra mina.

Estás del otro lado del cable a su entera disposición. Estás paradito en la puerta de la casa.

Ni hablar de esos muchachos que se colocan nicks del estilo «mis lágrimas por ti no cesan de brotar» intentando, por medio de vaya a saber qué cosa, impactar en los sentimientos de la mina en cuestión.

Ésos no están en el horno. Ésos están al spiedo. ¿Cuál es la diferencia?

Al spiedo es igual que en el horno pero con un fierro que te entra por el culo, te sale por la cabeza y te hace dar vueltas en una vidriera.

Algún caído del catre puede preguntar: «Pero… ¿y si me pregunta por qué la borré? ¿Y si piensa que ya no me interesa? ¿Y si se molesta?».

Si te pregunta por qué la borraste la respuesta es sencilla:

«Porque en el MSN sólo tengo a mis amigos».

Con respecto a la segunda pregunta tenes que pensar que sabiendo perfectamente que estabas interesadísimo en ella, te dejó. Por lo cual tu interés o desinterés no es el motivo del alejamiento.

Y si se molesta es porque le importas. Y si no se daba cuenta de que le importabas ahora lo está haciendo.

Bien. Un paso adelante.

Capítulo 23: Yo fui el primero

Un silogismo es un argumento que consta de tres proposiciones, donde la última de ellas se deduce necesariamente de las otras dos.

Según Aristóteles, «silogismo» es la expresión verbal del razonamiento deductivo en el que, luego de ciertas proposiciones denominadas premisas, se sigue necesariamente una distinta llamada conclusión.

Ejemplo:

Todas las rubias son tontas.

Marta es rubia.

Marta es tonta.

Para que una conclusión sea válida hay que partir necesariamente de premisas válidas.

En el ejemplo, si la primera premisa no fuera cierta, es probable que Marta fuera inteligentísima.

De premisas falsas no puede obtenerse una conclusión verdadera.

¿Adonde voy con todo esto?

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