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Authors: Fabio Fusaro

Tags: #Autoayuda

Mi ex novia (8 page)

BOOK: Mi ex novia
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Si el hecho de demostrarle a una mujer que ella nos importa solucionara el problema haciendo que regrese, ningún hombre sufriría un abandono.

Es básico entender que el origen del conflicto no está en que «ella no te importa». Ella ya sabe que te importa.

Si te dejó no es porque «ella no te importa», sino porque «vos no le importabas a ella». O al menos no le importabas lo suficiente en comparación con esa otra cosa nueva que apareció en su vida.

¿Y si se olvida de vos? Mira… a vos en realidad no te interesa que ella te recuerde. Lo que te interesa es que ella te quiera, te necesite. Y eso, con una mujer que te dejó, no se logra por medio de la insistencia. Si lo que querés es que «no se olvide» de vos, enviale una vez por año una postal y listo.

Otra pregunta recurrente: «Pero si yo desaparezco ¿no le estoy dejando el camino libre para que se enamore de otro?».

Si ella fue la que te dejó no le estás dejando el camino libre a nadie. Fue ella la que te corrió del medio para tener vía libre. Por otro lado, al demostrarle que a pesar de que te dejó seguís estando disponible, le estás facilitando todo para que comience tranquila esa nueva relación sabiendo que te tiene en el banco de suplentes. Y de esa manera estarás haciendo lo que tanto temes: «Ayudar a que se enamore de otro». ¿Existen los casos en los que insistiendo, rogando y rebajándose algunos hombres recuperaron a sus ex novias?

Sí, claro que existen.

Para explicar este caso viene bien el siguiente relato.

Un tipo va un día al médico con su flamante mujer porque tiene problemas de erección. Dicho de una manera más vulgar, al tipo no se le paraba ni a ganchos a pesar de que la mujer era una diosa infernal que calentaba hasta a las propias minas cuando caminaba por la calle.

—No sé qué me pasa, doctor. Ella no quería tener sexo hasta que nos casáramos y yo estaba desesperado, pero ahora que nos casamos no se me para. Por favor, ayúdeme —dice el pobre hombre.

—Yo le voy a dar la solución —responde el médico—, lo que usted tiene que hacer es ir con su mujer a una solitaria isla caribeña, tender una lona en la arena y conseguir un negro en taparrabos que los apantalle con una hoja de palmera. Va a ver cómo de esa forma recupera la erección y tiene el mejor sexo de su vida.

—¿Le parece, doctor?

—No tenga dudas, mi amigo.

Al otro día parten en un avión hacia el Caribe.

Al llegar contratan a un negro que además de tener un lomo infernal usa un taparrabos que le llega hasta la rodilla para que los apantalle mientras tienen sexo como dijo el médico.

Llegan los tres a una playa desierta, tiran la lona en la arena, el negro comienza a apantallar… pero nada.

Prueban en diversas posiciones y nada. Al tipo seguía sin parársele igual que en la casa.

Cansado de intentar infructuosamente durante un par de horas, el marido lo mira al negro y le dice:

—A ver, dame a mí la hoja de palmera y proba vos.

El negro se sube arriba de la mina, saca de abajo del taparrabo algo así como la octava maravilla del mundo y le entra a dar de manera impresionante. La mina empieza a los gritos:

«¡Sí… así… así!».

El marido lo mira sobrador y con una sonrisita de costado le dice: «¿Viste, negro boludo, que no sabes apantallar?».

Algunas cosas no suceden por lo que nosotros creemos que suceden. Suceden simplemente por otros motivos.

Así como a ningún tipo se le para porque lo apantallen, ninguna novia regresa porque le insistas. Tal vez se le frustró el plan «A» y no se quiso quedar sola… vaya uno a saber. Lo que te aseguro es que si hubieras tenido una actitud más digna habría regresado igual o más rápido. Y como si esto fuera poco, ella no tendría la seguridad que tiene ahora de que te puede dejar de nuevo, total sabe que vas a ser vos quien haga el trabajo para regresar.

Los indios creían que la danza de la lluvia funcionaba porque no dejaban de danzar hasta que llovía. Por ahí se pasaban ocho meses bailando y cuando finalmente llovía estaban convencidos de que lo habían logrado con la danza.

Si tu ex novia va a regresar, jamás será por tu demostración de interés, tu presencia o tu insistencia. Si regresa será por otra cosa.

Capítulo 14: Terceras personas

«Ninguna mujer deja a su novio para quedarse sola. En el 99,9 por ciento de los casos es por otro hombre.»

«Sé que no hay terceras personas.»

Esa frase es prácticamente una constante en los e-mails que recibo de lectores o visitantes de la página web. La novia los dejó por motivos tales como «necesito encontrar mi propia imagen en el espejo de la vida», y lo primero que me dicen es «sé que no hay otro».

«¿Y cómo sabes que en realidad no te está dejando por otro hombre?», suele ser mi pregunta obvia.

«Porque se lo pregunté y me dijo que no», suele ser la respuesta.

En la mayoría de esos casos, quince días más tarde resulta que el tan confiado muchacho se entera de que la ex novia está empezando un romance con un compañero de la facultad o del trabajo.

Claro… seguramente le empezó a gustar después de cortar con su novio. ¡Qué casualidad!

Siempre hay otro.

Detrás de una novia que te deja siempre hay un tipo que te está soplando la dama.

En algunos casos ya están con otro antes de terminar la relación anterior. En otros todavía no, pero sin duda lo que la mujer está haciendo al cortar con su novio, al menos, es dar paso a la posibilidad de empezar una nueva relación. Y al nuevo candidato ya lo tiene bien asegurado.

Las mujeres son como Tarzán: no se sueltan de una liana hasta que no están bien agarradas de otra.

Como ya dijimos, por más que la mujer la vaya de moderna, su objetivo principal en la vida es casarse y tener hijos. Y estar de novia es el paso previo necesario. Tal vez a ese novio que tiene no lo ve como su futuro marido, pero a los ojos de la gente al menos esa mujer estará en el camino correcto. Está de novia.

Está en el paso previo.

«¿Y Julietita? ¿Está de novia?», le pregunta una prima lejana a Marta, la mamá de Julieta, en el velatorio de un tío abuelo.

No le pregunta cómo anda Julietita de salud, si está trabajando, si se recibió. Le pregunta si está de novia.

«Sí… sí… Juli está de novia», responde Marta sonriendo estúpidamente a metros del finado.

Sería un garrón para Marta decir que no. Que su hija de veintitrés años no tiene novio.

Tampoco le pregunta quién es el novio, qué edad tiene, a qué se dedica, si es bueno o malo. Lo importante es que tiene novio.

Lo importante es que está en el camino hacia el objetivo de todas ellas.

Por eso es que toda mujer «necesita» tener un novio.

Ninguna mujer deja a un novio para quedarse sola. Eso sería como retroceder en la vida. Para que una novia te deje y se quede sola tenes que ser como mínimo un asesino serial.

Las frases «más vale pájaro en mano que cien volando» o «más vale malo conocido que bueno por conocer» fueron sin duda creadas por mujeres.

Eso hasta que aparezca un pájaro con mejor plumaje y se les pose en la otra mano. O hasta que tengan a disposición uno más bueno para reemplazar al malo.

Y cuando te esté dejando, pidiendo un tiempo o lo que sea, y vos le preguntes si hay otro te lo va a negar siempre.

Admitirlo sería lo mismo que decir: «¿Viste todo lo que te prometí, todas las cosas que te dije, todos los planes que hicimos juntos, todos los sueños que compartimos? Bueno… me cagué en todo».

Para ellas es mucho más sencillo sacarnos de encima con cualquier excusa estúpida o frase incomprensible que las exima de ser acusadas de falsas, mentirosas, infieles y malas personas.

Y lo que sucede en esos casos es que preferimos creer lo que esgrime como argumento antes que pensar que hay otro. Pensar que hay otra persona duele mucho.

Para qué tener que soportar ese dolor si podemos pensar que ella, como bien dice, «está pasando por un momento difícil de su vida donde al no estar bien con ella misma no puede estar bien con nosotros, entonces por el bien de la relación y dado que nos quiere tanto es mejor que bla, bla, bla, bla…».

El problema viene cuando tratamos de buscar soluciones a esos falsos argumentos para destrabar el conflicto y seguir adelante con la relación.

Supongamos que aduce que se siente «agobiada» por la relación (típico). Antes le encantaba verte todos los días y llamarte por teléfono veinte veces. Le gustaba que almorzaran juntos y que la fueras a buscar a la salida del trabajo.

Ahora de repente se siente «agobiada».

La solución es sencilla: pueden verse día por medio, hablar menos por teléfono y no tener la rutina del almuerzo y la pasada a buscar a la salida, y asunto solucionado.

Pero no.

Con eso no solucionamos nada. ¿Y por qué no?

Porque ése no es el verdadero motivo que está generando su alejamiento.

El verdadero motivo es esa tercera persona que vos preferís pensar que no existe. ¿Duele?

Sí, duele. Pero si elegimos ver una situación irreal no vamos a poder tomar las decisiones acertadas para intentar recuperarla.

Capítulo 15: Yo le di todo

«Amar es dar con el corazón», decía en el dorso de un sobre de azúcar.

Mira vos… qué loco. ¿Será un mensaje que me llega del más allá a través de este dulce medio?

Las boludeces que uno piensa cuando está al pedo son notables.

Tomé otro sobrecito y lo di vuelta.

«La amistad es como un barco que navega en el océano de la vida.»

Y luego otro: «Una palabra amorosa vale más que mil perdones».

Sí, evidentemente hay gente que tiene la habilidad de escribir estupideces incoherentes y lograr que algunos gansos digan «qué profundo».

Pero tanta pavada hay dando vueltas que a veces nos terminamos confundiendo y creemos en dichos populares tales como «al que madruga Dios lo ayuda» sin tener en cuenta que hay otro que dice «no por mucho madrugar amanece más temprano».

De la misma manera estamos convencidos de que «todo vuelve».

Marcelo vivía por y para su novia. Hoy ex novia.

Manejaba su agenda en función de ella.

—¿Vamos a jugar al paddle mañana? —le preguntaba un amigo.

—A la tarde te contesto —respondía Marcelo.

Claro… tenía que hablar con Silvia, su novia, y consultarle. Si ella tenía otro plan para la pareja, ningún paddle.

Marcelo la llenaba de regalos, de promesas y de planes. Él ponía su vida a disposición de ella. Él daba todo.

Un día Silvia dijo hasta acá llegamos, suerte en la próxima, seguí participando y se tomó el olivo.

Pero no podía ser. Ella no podía dejarlo así después de todo lo que él le había dado. Al menos ése era el pensamiento de Marcelo. Pensamiento directamente opuesto a la realidad dado que Silvia se había tomado el piojo y no había vuelta que darle.

«Ella no me puede hacer esto después de todo lo que yo le di, ella está en deuda conmigo», repetía Marcelo como un loro.

Obviamente la deuda se la iba a pagar Magoya.

Viendo las cosas objetivamente, ¿ella realmente le debía algo?

La respuesta es no. Ella no le debía nada.

Sin duda cuando amamos, damos. Decimos cosas lindas, nos preocupamos por dar sorpresas, gastamos plata en cenas, regalos, cines y boludeces varias, resignamos salidas con amigos, hasta podemos cambiar nuestro corte de pelo y nuestra vestimenta habitual, podemos subir o bajar de peso según prefiera ella, podemos modificar nuestros horarios y costumbres para adaptarnos a su comodidad, entre otros miles de cosas.

Todas en pos de mejorar la relación, de hacerla feliz, de lograr que se sienta a gusto con nosotros y, por qué no, con la vida.

Pero en realidad todo lo que damos no lo estamos dando por ella. Lo que buscamos al «dar» es que ella se sienta bien «con nosotros». Lo único que queremos es que ella se sienta atornillada a nuestro lado. Que piense que no podrá encontrar otro mejor.

Todo lo que hacemos no lo hacemos por su bien. Lo hacemos por el bien nuestro. Para no perderla.

Y nos sentimos bien haciéndolo. Nos gusta que nos agradezca, que nos quiera más por ser buenos con ella. Nos da placer darle todo eso.. ¿Qué nos debe entonces?

Nada.

Si tanto la queremos y tan desinteresados fuéramos al dar, posiblemente un día podríamos haberle presentado otro hombre, muy bueno y lleno de plata, que la hiciera más feliz que nosotros. ¿Lo hubiéramos hecho?

Ni mamados.

Olvídense de que ninguna mujer les retribuya nada.

Vos dabas para que ella estuviera a tu lado. Y lo lograbas.

Ahora que ella ya no está a tu lado lo único que corresponde es que dejes de dar.

Muchos dicen «yo daba todo y ella no daba nada».

Sí daba: se quedaba al lado tuyo como vos querías.

Durante el tiempo que duró esa especie de contrato tácito que decía «yo doy, vos te quedas conmigo», ella lo respetó.

Claro que ese contrato no tenía fecha de duración específica.

Cuando ella decide terminarlo, lo termina y punto. Y nadie le debe nada a nadie.

Quedarse lamentando lo dado, o peor aún, quedarse reclamando lo que supuestamente «nos deben» sólo nos aleja de nuestros dos posibles objetivos: recuperarla o recuperarnos.

Nadie nos va a pagar lo que no nos debe.

Nadie nos va a devolver un amor que no siente.

Nadie va a hacer por nosotros cosas para retenernos a su lado, como hacíamos nosotros, si ése no es su objetivo.

No pretendamos que nos quieran por lo que dimos. Sólo pueden querernos por lo que somos.

Y ni hablar de «devolución». ¿Qué van a devolvernos? ¿Regalos? ¿Salidas canceladas con amigos? ¿El hobby que dejamos? ¿El partido de fútbol que no vimos? ¿Aquella minita que estaba regalada y dejamos pasar? Claro que ella nos dejó algo a cambio. Nos dejó experiencia.

Está en nosotros saber capitalizarla.

—¿Vamos a jugar al paddle mañana?

—Dale, vamos.

Capítulo 16: ¿Recuerdos maravillosos?

Pancho escribía desde México.

Su estado anímico era calamitoso. Había llegado a un punto de humillación extremo por no poder asumir el final de su relación.

Era de esos que después de tanto intentar ayudarlos vía email, charlas en MSN y hasta llamados telefónicos en los que se gastan una fortuna, termino poniendo en la categoría de «inayudables».

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